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Hogar y escuela son las mayores fuentes de disciplina del infante.

La disciplina es la parte más importante del éxito educativo, por eso disciplinar a los niños desde temprana edad es importante para desarrollar los cimientos de un proceso de aprendizaje y tener armonía en el hogar.

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Cuando los padres son adversarios a una disciplina, los niños se  vuelven antisociales, agresivos e inseguros. Una buena disciplina es justa y afectuosa a la vez, autoritaria pero sensible. Socializa al niño sin destruir el vínculo de amor y de confianza entre él y sus padres.

Durante el transcurso de la niñez, las dos mayores fuentes de disciplina para un infante son el hogar y la escuela. Las escuelas establecen reglas que si son violadas acarrean consecuencias para el niño.

En los hogares como en el ámbito escolar la discusión sobre el mejor modo de educar la conducta de los niños es tan permanente como diversa.

La disciplina en los niños está muy influida por el modo en que cada uno de nosotros ha sido educado al respecto, el nivel educativo y socio-económico, y también por las características de la personalidad de los niños y sus padres.

Sea cual sea el ámbito en que estemos, es primordial precisar que una disciplina eficaz a la hora de aplicar los límites a nuestros hijos es lo más importante. Si nosotros presentamos una buena regla, nuestro hijo estará dispuesto a cumplirla porque lo que quieren ellos es agradarnos.

Es importante que tengamos en cuenta aspectos vitales, que como humanos, por la impotencia y los afanes de vida, nos provoca ser pocos objetivos. Hay que velar la manera en que nos expresemos. Nuestros hijos nos entenderán mejor si hacemos nuestras normas de una forma más concreta. Un límite bien especificado dice a un niño exactamente lo que debe estar hecho. Esta es una forma que puede aumentar substancialmente la relación de complicidad de su hijo.

Cuando existe una resistencia a la obediencia, nosotros necesitamos aplicar el límite con firmeza. Un límite firme dice a un niño que él debe parar dicho comportamiento y obedecer inmediatamente. Los límites firmes son mejor aplicados con una voz segura, sin gritos, y una seria mirada en el rostro. Los límites más suaves suponen que el niño tiene una opción de obedecer o no.

Es necesario que dejemos claro para nuestros hijos que nuestra desaprobación está relacionada a su comportamiento y no directamente a ellos. No les estamos rechazando su persona como desaprobación del niño/a, sino definimos una desaprobación de la conducta.

Cuanto más expertos seamos en fijar los límites, mayor es la cooperación que recibiremos de nuestros niños y menor la necesidad de aplicar consecuencias desagradables para que se cumplan los límites. El resultado es una atmósfera casera más agradable para los padres y los hijos.

Este articulo es de la psicologa Kedmay T. Klinger Balmaseda