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¿No sería maravilloso vivir en un mundo en el cual se escucharan palabras amables, se respetara el turno de las demás, donde no existiera el atropello físico ni verbal, un mundo
en el cual se respirara paz? Utopía, no. Es necesario poner nuestro grano de arena a través de nosotros mismos y de nuestros hijos.

Si desde pequeños aprendemos a respetar, ser tolerantes y empáticos, ser amables sale de forma natural. ¿Cómo hacerlo? Poniendo en práctica estos consejos:

– Enseña con el ejemplo: este es el principio de todo. No les pidas a tus hijos algo que no puedes dar. Ya sea que saludes a tus vecinos, que ayudes a un anciano a cargar la compra, si siempre tratas a las personas con dignidad y respeto tus hijos, aprenderán de tus acciones.

– Empieza en casa: Sé amable, trata de no gritar al regañarles.

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– Celebra sus actos bondadosos: el refuerzo positivo es más efectivo que resaltar lo negativo. A los niños les encanta cuando les reconoces sus buenas acciones, se sienten bien y tratarán de hacerlas con frecuencia para escuchar tus elogios.

– Léeles historias: cuentos como La cenicienta y La bella y la bestia, pueden ayudar a nuestros hijos a entender lo que es actuar con bondad.

– Enséñales a hacer amigos: cuántas cosas no hacemos por los amigos. Y cuanto ayuda ser bondadoso para tener amistades duraderas. Invita a sus amigos a la casa para jugar. Cuando alguno esté enfermo, diles que le llame por teléfono para saber de él o que le envíe una tarjeta para levantarle el ánimo.

– Cuida el lenguaje: no utilices palabras ofensivas ni despectivas al hablar o al referirte sobre alguien. L as palabras tienen mucho poder y pueden herir y destruir la autoestima.

– Comunica tus sentimientos: cuando hagas, recibas o veas bondad, dile a tus hijos como te sientes. Déjales saber cuánto lo disfrutas y porqué es importante.

Juntos podemos mejorar nuestro presente y sembrar sólidas bases para un mañana en el cual nuestros hijos disfruten plenamente sin tener tanto temor a la violencia y agresividad que tanto daño hace a la sociedad.

Por: María del Carmen Martínez de Feris
Coordinadora del Preescolar
Instituto Cultural Domínico Americano