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Tener un niño es algo mágico y maravilloso, pero que consume muchísimas de nuestras energías. Durante nueve meses nuestro organismo ha estado evolucionando para nutrir y desarrollar esa vida que crecía dentro de nosotros.

Todo, todo se lo llevaba él que ha sido capaz de poner nuestros estrógenos por los aires hasta hacernos llorar “porque atardece”, o “porque sale el sol” o “porque se me cayó la cuchara y no puedo recogerla…”.

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El bebé nos ha puesto al límite mental y físicamente. Y el aterrizaje ahora no es nada fácil. Se junta el cansancio que llevamos con un bebé que nos reclama a llantos infinitos toda su atención.

Todos los principios son muy duros: el 80% de las madres sienten tristeza, melancolía y apatía en las semanas que siguen al parto, así que si ese es tu caso, “perdónate”, entiende que lo que ocurre es de lo más normal, y no le des muchas vueltas: ahora lo único que hay que hacer es pedir ayuda.

Lo primero es dejarse ayudar: sin ánimo de ofender, no estás en condiciones de preocuparte de todos los detalles. Tienes que decirle a los tuyos cómo te encuentras y no te sobreexpongas a más esfuerzos: el trabajo, la casa, o incluso el propio cuerpo pueden esperar.

Ahora lo único urgente es que “trabajes” en descansarte, que hagas lo necesario para que te repongas, tanto física como psíquicamente.

Lo fundamental ahora es que no te aísles si en las primeras semanas después del parto ves que todo el mundo a tu alrededor está muy contento y tu notas “sentimientos” diferentes. No estás fuera de lugar: como hemos visto, son muchas las causas que ahora hacen que tú no puedas sentir esa felicidad. Descansa y todo volverá a su sitio.

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