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Parece superficial dar tanta importancia a lo que se dice en la cotidianidad doméstica, pero, según la psicóloga chilena Neva Milicia, los temas que siempre salen a colación son un reflejo de calidad de relación de la familia.

Cuando se escucha y observa a cada familia, es posible observar la presencia de temas recurrentes, es decir, temas que aparecen con mucha frecuencia en la mesa de conversaciones familiares. En la medida en que se va conociendo el mundo interno de una familia, se va percibiendo que hay temáticas que marcan su historia y que dejarán su huella en el moldeable siquismo (mentalidad) infantil.

En algunas familias la presencia de estos temas es enriquecedora; se centra, por ejemplo, en lo que hicimos en las vacaciones, o en los libros que se leyeron y releyeron, las recetas de cocina que se cocinaban con frecuencia, en las anécdotas familiares o en los paseos en bicicleta.

Estas familias crean un ambiente cordial y nutritivo, lleno de pequeñas y reiteradas historias familiares que hacen parte de la cultura familiar.

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Cuando los niños son pequeños, las conversaciones son sobre sus logros y aprendizajes, o sobre sus representaciones, la mayoría de las veces muy simples, en que ellos actúan para sus padres y sus tíos en forma reiterada y posiblemente con no mucho talento; en este contexto se sienten acogidos por el amor incondicional de la familia.

Cuando los hijos van creciendo, las conversaciones son, por ejemplo, sobre alguna ida al cine, en que se aprovecha de conversar sobre la película de manera informal mientras se come una poco saludable, pero deliciosa pizza. En este contexto, se va recibiendo una educación emocional que favorece el desarrollo de la inteligencia emocional.

Desafortunadamente, en otras familias estas conversaciones están marcadas por el signo del conflicto y de la crítica. En ellas, la atmósfera es desagradable y hay una sensación de estar «pegados» con temas que no favorecen el crecimiento emocional. El clima resultante será nocivo para la construcción de la identidad.

Son las familias a las que les cuesta delimitar los conflictos a un espacio y un tiempo, ya que muy rápidamente se desbordan emocionalmente, sacando a relucir, venga o no venga al caso, las situaciones problemáticas. Es una concentración en lo negativo que les dificulta poner freno. Se ejemplifica en el hecho de que cuando un niño o una niña ha tenido un logro, en vez de disfrutarlo, se hace un comentario del tipo «Si siempre fueras así», a veces acompañado de un suspiro.

Este comentario que rompe tanto la valoración del logro retrotrae el clima a la situación de conflicto. No sólo anula el efecto positivo de lo sucedido, sino que trae a la memoria emocional el recuerdo de todas las situaciones dolorosas o insatisfactorias. Y entonces lo negativo se hace omnipresente, marcando las conversaciones familiares de negatividad.

Ojalá no sea su caso, ya que muchas veces no se tiene una intención negativa, sino que esta actitud refleja una creencia de cómo educar emocionalmente.

Reflexione cuáles son sus conversaciones familiares reiteradas: ¿Cómo podría enriquecerlas? ¿Cómo podrá disminuir los temas negativos? y ¿Cómo aumentar la memoria emocional positiva?

Neva Milicic, se graduó como Doctora en Psicología de la Universidad de Gales, Reino Unido. Es psicóloga de la Pontificia Universidad Católica de Chile y magíster en Educación. Actualmente, es profesora titular de la Escuela de Psicología de la Universidad Católica, con cátedras como “Trastornos del Aprendizaje” y “Educación para Padres”. Entre sus publicaciones se encuentran: Creo en ti; Fichas de comprensión lectora; Confiar en uno mismo; Vivir con otros; Déficit atencional, y Madurez escolar.