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El aumento significativo de los divorcios ha traído consigo muchas complicaciones diferentes. La persona que una vez estuvo casada y se divorcia generalmente desea intentarlo de nuevo, sobre todo si se siente joven y lleno de vida. Y así nace, a través de ese matrimonio, una nueva unidad familiar en el que probablemente los nuevos esposos (o por lo menos uno de ellos) no viene solo, sino que trae su descendencia consigo, es decir, sus hijos de uniones anteriores.

De esta manera se forma lo que podríamos llamar una familia compuesta, que es aquella que incluye la unidad conyugal junto a los hijos de uniones anteriores viviendo bajo un mismo techo.

La situación es compleja desde el enamoramiento, ya que el cónyuge que se conecta con la pareja que tiene hijos, tiene que extender sus destrezas de galanteo, no solo a la persona que quiere conquistar, sino también a sus vástagos, ya que si se olvida de ellos podría ser el inicio de grandes males.

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En nuestra cultura, generalmente la mujer trae consigo a sus hijos a vivir, mientras que en el caso del hombre sus hijos quedarán con su madre y visitarían solamente los fines de semanas, vacaciones o eventos importantes, salvo algunas excepciones. Esto implica que la familia debe aprender a danzar con estos cambios de número de miembros y de rutinas cuando hay alguien que entra y sale de la familia por temporadas.

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Las familias compuestas tienen que lidiar con muchas complejidades, para comenzar esta pareja de recién casados se salta la fase de pasar tiempo a solas en el proceso de adaptación al nuevo matrimonio, es decir, en vez de ser solamente dos personas adaptándose a una nueva vida, tienen que hacerlo entre cinco o hasta más. Por eso es necesario que sean muy intencionales en cuidar la relación de dos sin olvidar que a la vez tienen hijos que están en medio de un duelo por la pérdida de la ilusión de ver a sus padres juntos de nuevo. Estos matrimonios suelen atravesar la etapa de luna de miel rápido, ya que tienen que lidiar con las complejidades propias de una familia compuesta:

  • La adaptación a la nueva vida de pareja.
  • Los hijos tienen que adaptarse a su nuevo padrastro o madrastra y decidir cómo lo van a llamar.
  • Conocer la nueva forma de vivir las reglas cotidianas del cónyuge que ha entrado en la familia.
  • Muchas veces tienen que adaptarse a un nuevo domicilio y eso implica cambios en las rutinas de vida para los hijos.
  • Aprender a comunicarse unos con otros sabiendo que somos diferentes.
  • Aceptar la realidad de tener una nueva familia.
  • Vivir la pérdida de una relación exclusiva con el padre o madre que se ha unido nuevamente.
  • En muchos casos recibir un/a nuevo/a hermano/a con quien tiene que aprender a convivir.

Erma Rudert

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