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Para los niños, el juego, más que una forma de evitar el aburrimiento es una manera de expresarse.

Esto es algo que los expertos en infancia conocen y están empezando a aprovechar. Como padres no podemos pasar por alto las grandes posibilidades de comunicación y encuentro que nos da el juego. Aquí no valen las excusas de que “estoy cansado después de tanto trabajo”. Jugar con un niño es igual o más relajante y divertido que ver la televisión. No es una actividad que requiera esfuerzo, pero sí ganas. “El juego puede nacer de cualquier momento, de cualquier circunstancia y en cualquier espacio”.

Una de las claves está en la imaginación. De repente somos exploradores, piratas, policías, indios… salimos de nuestra realidad y ensayamos otras situaciones, lo que nos permite aprender de ellas. Pisar la luna, ser marinero, inventor, modelo, bailarina… todo ello puede ocurrir en la cabeza de un niño y todo ello le obliga a imaginar.

Con el juego, no sólo conoces la forma de pensar de tu hijo, además refuerzas su autoestima, ya que él se siente protagonista de tu vida

Un motivo más: ante el juego nos reencontramos con la diversión y la relajación que el trabajo y las preocupaciones nos hacen descuidar.

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